Con el nombre de Bajada del trono se conoce en La Palma el tradicional traslado de las piezas que conforman el trono de plata que se monta en la iglesia de El Salvador para albergar la imagen de la Virgen de las Nieves durante su estancia quinquenal en la ciudad. El citado altar-trono comenzó a realizarse en 1672, año en que se constatan las primeras donaciones de plata para su composición, hallándose concluida la grada y los remates laterales en 1733. La obra incluye, asimismo, sagrario, datado en 1713, con retoques efectuados en 1720, y frontal, donado en 1714 por el presbítero Juan Vicente de Torres Ayala y Santa Cruz, natural de La Palma y vecino de la villa cubana de Guanabacoa. Todavía en 1967, se colocó una última grada que hubo de completar el conjunto. En la Bajada del trono también se bailan a hombros las andas de baldaquino, de «plata repujada» -que conducen a la imagen durante su periplo urbano por Santa Cruz de La Palma-, encargadas al orfebre y capitán de milicias de La Palma el breñusco Pedro Leonardo Santa Cruz (1635-1681), que las dejó inacabadas, concluyéndose la obra en Tenerife.
El altar-trono, despiezado, es transportado por grupos de romeros, que mueven y agitan los trozos en el recorrido festivo que desde el Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves termina en el interior de la parroquia matriz de El Salvador, donde se depositan para su montaje días después. La programación de este capítulo de la jornada, domingo de la Semana Chica (4 de julio de 2010), principia con la misa de romeros en el Santuario; a su término, se procede a la bendición de los caminantes y comienza la bajada del trono en una romería tradicional complementada con la presencia de la música y danzas del folclore regional y la indumentaria tradicional de La Palma en sus variantes de traje de faena o labor, traje de gala y traje de manto y saya.
Las telas de seda del país o importada, las lanas y linos, los bordados de la tierra y la artesanía vegetal brindan un espectáculo visual de color y texturas difícil de igualar, a lo que se suma el gusto por la perfección en el cuidado los detalles que vivifica, lustro a lustro, el esmerado quehacer de las maestras costureras y tejedoras palmeras.
La romería avanza por la carretera general adentrándose en el camino real de la Dehesa de la Encarnación: desde el Llano de la Cruz, pasando por El Planto, hasta llegar a la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación; sigue un tramo de carretera y desemboca en el barranco de Nuestra Señora de las Nieves terminando en la plaza de La Alameda. En este punto tiene lugar la concentración de romeros, quienes inician la última etapa de su aventura a través de la arteria principal del casco urbano de Santa Cruz de La Palma: calles de San Francisco y Dr. Pérez Camacho -paralelas a La Alameda-, plaza de la Cruz del Tercero, calle Pérez de Brito y calle O’Daly hasta la plaza de España. Los romeros hacen su parada final en el interior de la iglesia de El Salvador, donde depositan las piezas del altar-trono para su recomposición y gozan la misa de acción de gracias. El fin de fiesta lo pone el gran baile tradicional al son de los toques de la música folclórica.